jueves, 11 de junio de 2009

Clarice Lispector y la magia de los detalles



Otra quincena y un nuevo encuentro, el tercero del Club de Lectores Malditos. Esta vez, la obra degustada fue la de Clarice Lispector, un exquisito manjar al cual es imposible resistirse.
El relato compartido fue “Amor”, prueba fehaciente de las grandes inquietudes de la autora por cuestiones existenciales vinculadas, entre otras cosas, a las dificultades de vivir en el verdadero sentido de la palabra: con los ojos abiertos de cara a la realidad y el corazón expuesto a las emociones. Porque como se expresa justamente en dicho texto, a veces parece más fácil ser un santo que una persona.
Por esta razón, por lo general, en su obra, pueden encontrarse con frecuencia reflexiones profundas sobre la condición humana, los grandes interrogantes en torno a Dios, el mundo, el individuo, la libertad, el amor y la santidad.
Esta gran escritora, si bien nace en Ucrania, el seno de una familia judía en el año 1920, pasó sus años de infancia y adolescencia, principalmente en Brasil. Comenzó a escribir desde una edad temprana, sin embargo curiosamente la publicación de sus primeros cuentos fue rechazada por algunos medios de comunicación masiva porque, a diferencia de los demás relatos, los suyos sólo describían sensaciones.
Evidentemente en ese momento sus detractores no fueron capaces de apreciar la gran originalidad de esta artista, que consiste en ser capaz de captar toda una vida a partir de la narración de instantes, de quehaceres ordinarios y situaciones en las que cualquier lector puede reconocerse. Un hecho cotidiano, de pronto se convierte en un desencadenante que permite a los personajes observar su vida y acciones con una mirada completamente renovada.
Cada palabra: cautiva, inquieta, pierde y orienta al lector entusiasta sediento de sorpresas y ávido de emociones. Pero su verdadera magia radica en lo no dicho, en lo que aparece entre penumbras, sólo débilmente iluminado. Pues en ese punto inexacto aparece el grato trabajo del lector.
La gran cantidad de sutiles insinuaciones, presentes en cada uno de sus relatos, fomenta la participación e imaginación de quien desee aventurarse en una lectura en la que la última palabra no está escrita en el texto, sino en la mente de cada lector.

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